A pesar de que es fácil relacionar imagen con los desiertos de África y Asia, el camello tiene su origen en las tierras americanas, de donde migraron hace tres millones de años a través del Estrecho de Bering. Así, este género de mamíferos terminó por imponerse en las zonas secas y desérticas de oriente, donde desde hace siglos y hasta la fecha han representado un medio de transporte, además de una vital fuente de leche, carne, lana y sombra.
Existen dos especies de camellos. el bactriano, que se caracteriza por sus dos jorobas, y el dromedario (conocido también como camello africano), que se reconoce por su única giba.
Ambas especies de camellos tienen en común, además de una altura importante (1,85 metros de pie al nivel del hombro y 2,15 metros hasta la joroba), en que poseen una nariz grande y curvada con orificios nasales formando aberturas oblicuas y cuyos músculos les permiten ser abiertas y cerradas a elección, lo que evita que pueda ingresar arena por ellas. También se caracterizan por no poseer pezuñas , sino dos dedos diferenciados, además del abdomen elevado y patas largas y delgadas.
Un labio superior dividido, movible por separado y resistente cubre la gran boca del camello y le permite comer sin dificultades los arbustos y espinas que crecen en los ambientes inhóspitos por los cuales se traslada.
Otra muestra de la adaptación del camello a las condiciones del desierto la constituyen sus ojos y orejas. Los primeros se encuentran protegidos con una doble fila de pestañas crespas que evitan la entrada de arena y polvo, y por unas cejas muy pobladas que sirven de “viseras” contra el fuerte sol. Las orejas, por su parte, también cuentan con un “filtro de arena” natural, conformado por una cobertura de pelos que protege el canal auditivo.
Con una vital reserva de energía a cuestas
La joroba del camello es, sin dudas, la característica que más lo identifica, y durante mucho tiempo se creyó que las mismas servían para acumular el agua necesaria para poder avanzar por el desierto sin necesidad del líquido elemento.
En realidad, las gibas o jorobas de los camellos son grandes depósitos de grasa que evitan la pérdida innecesaria de agua y le otorgan su famosa resistencia a las condiciones del desierto, donde pueden permanecer hasta una semana con poca comida y sin agua, aunque después de ese período son capaces de beber más de cien litros de una sola vez.
Hablando de comida, la dieta del camello es herbívora y sus dueños se encargan de suministrarles dátiles, hojas de árboles, hierba y diferentes granos, aunque en condiciones extremas puede alimentarse de los espinosos arbustos del desierto, hojas secas, semillas, e incluso el cuero de los correajes y tiendas. Como rumiantes, los camellos tragan su comida sin masticarla primero, más tarde repiten la comida indigesta y la mastican.
Los camellos se aparean en cualquier época del año, y la gestación dura de 13 a 14 meses, pudiendo parir una cría cada dos años, lo que significa que durante su vida la camella puede tener aproximadamente ocho crías. Los pequeños ejemplares de camello comienzan a comer hierba a los 2 o 3 meses de edad, aún antes del destete, que en condiciones naturales (fuera de los criaderos) puede producirse al año y medio de vida.
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