Su belleza y los relativamente pocos cuidados que demanda lo han convertido en una mascota de alta demanda en el mundo.
Esta especie de anfibio presenta un cuerpo más estilizado que la mayoría de los sapos, por lo que suele confundírsela con las ranas, y sus ejemplares más grandes por lo general no llegan a superar los 5 cm.
Los ejemplares adultos poseen una piel áspera y verrugosa, que presenta un color verde o marrón en el lomo, mientras que la zona del estómago luce las tonalidades rojas y anaranjadas salpicadas por manchas de color negro oscuro. Esta característica forma parte de un código cromático defensivo, a través del cual advierten a sus predadores que son animales tóxicos y que su sabor no es agradable.
Otro método de defensa consiste en ocultarse bajo las piedras hasta el atardecer, que es la etapa del día que aprovecha para realizar sus actividades, entre ellas la de alimentarse.
Hablando de alimentación, la dieta del sapo de vientre de fuego oriental comprende pequeños moluscos, lombrices e insectos como grillos, moscas y mosquitos.
Respecto de su crianza como mascota, este sapo no requiere demasiados cuidados especiales, como iluminación o calefacción artificial. Eso sí, se recomienda que el agua del acuaterrario en el que habita sea cambiada con regularidad y frecuencia, y su piso debe ser de arena lavada para asemejar su hábitat natural.
También es aconsejable lavarse las manos después de manipularlo, ya que tiene la capacidad de segregar una sustancia urticante que puede provocar una experiencia bastante desagradable.
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