La morena posee un cuerpo subcilíndrico, ligeramente comprimido en su parte terminal, carece de aletas inferiores y cubierto por una piel brillante y desprovista de escamas. Casi siempre presenta una coloración llamativa pero irregular, aunque su característica más destacada es el aspecto agresivo que le imprimen su cabeza achatada y su larga hilera de dientes penetrantes.
Estos órganos duros son capaces de provocar un gran dolor en las víctimas, aunque no pueden causar cortes o grandes desgarros. Esto se debe a que la morena no mastica a sus presas, sino que las engulle, para lo cual se sirve de un juego de mandíbulas faríngeas (alojadas en el área de la faringe).
De esta forma, cuando caza, la morena muerde a sus presas con las mandíbulas orales, capturándolas, e inmediatamente después, proyectan sus mandíbulas faríngeas para asirla y tragarla.
Las dimensiones de las morenas varían según el género y la especie a la que pertenezca, y pueden variar desde los 17 cm de las Anarchias que viven en Hawai hasta los 300 cm de las Gymnothorax javanicus, que pueblan las aguas del Índico y el Pacífico.
La morena es un animal de costumbres esencialmente nocturnas y se alimenta de crustáceos, moluscos, cefalópodos y peces de cualquier especie. También se alimenta de organismos muertos en putrefacción y los científicos descartan que su mordida sea venenosa, como erróneamente se creyó por siglos.
0 comentarios:
Publicar un comentario