El caracol gigante africano (o Achatina fulica) debe su nombre a que es una especie originaria de África, pero que en los últimos tiempos ha logrado adaptarse a las condiciones de vida en prácticamente todas las regiones tropicales del resto del mundo, lo que se debe a su alta plasticidad ante variables ambientales, una dieta polífaga y su elevada tasa reproductiva (es hermafrodita).
Aunque es esencialmente vegetariano, el caracol gigante africano puede adaptar rápidamente su dieta al medio en el que se encuentre, pudiendo llegar a alimentarse solo de desperdicios, lo que demuestra su gran capacidad de supervivencia y lo que lo convierte en un animal difícil de erradicar.
Este molusco terrestre generalmente mide hasta 30 cm de largo y su concha puede alcanzar los 8 cm de alto. Esto ha movido a que muchas personas intenten tenerlos como mascotas o aprovechar su carne, desconociendo los riesgos que implican para su salud o para el propio ecosistema en el que se encuentran, lo que ha motivado que en muchos países su importación o tenencia se encuentre prohibida.
Duro de erradicar
Estados Unidos de América es uno de los países que con mayor preocupación controla que no ingresen ejemplares de caracol gigante africano a su territorio, ya que desde mediados de 1996 debió llevar adelante una intensa campaña de erradicación que le demandó alrededor de diez años y una inversión monetaria importante.
Estas características poco amables de dicho caracol llevaron a que se lo incluya en el listado de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del Mundo, elaborado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que advierte sobre la severidad de su impacto sobre la biodiversidad o las actividades humanas de la zona que invaden.
En el caso de Argentina, se detectaron ejemplares de caracol gigante africano en el área de Puerto Iguazú (Misiones), donde en el año 2010 expertos del Museo de La Plata y del Servicio Nacional de Sanidad Animal (Senasa) identificaron 26 hectáreas afectadas, que contenían una población total aproximada de 107.000 individuos del mencionado caracol.
Como ya se dijo, su capacidad de destruir cultivos es sólo uno de los aspectos negativos del caracol gigante africano, ya que también es portador de parásitos capaces de provocar enfermedades en humanos como la meningoencefalitis eosinofílica o la esquistosomiasis.
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