El jabalí, el precedente salvaje de los cerdos

Considerado el ancestro de la mayoría de las antiguas y modernas razas de cerdos domésticos, el jabalí es un animal de origen euroasiático y africano, aunque por acción del hombre sus dominios se han extendido a prácticamente todos los continentes (con excepción de la Antártida e islas oceánicas), en los que ha llegado a convertirse en un agente perturbador de los procesos ecológicos locales.
Conocido científicamente como Sus scrofa, el jabalí es un mamífero de tamaño mediano provisto de una cabeza grande y alargada, en la que destacan unos ojos muy pequeños.



El cuello del jabalí es grueso y las patas son muy cortas, lo que acentúa aún más su cuerpo rechoncho,  en el que es mayor la altura de los cuartos delanteros que los traseros, a diferencia del cerdo doméstico, que por evolución genética ha desarrollado más la parte posterior de su cuerpo.
Por lo general, el jabalí adulto mide 120 cm de longitud y una altura (hasta la cruz) de 65 cm. Dentro de Europa, el jabalí se divide en tres grupos determinados por su tamaño: El del Este, representado por el jabalí de Rusia, que puede alcanzar a los 300 kilogramos, seguido por el jabalí Centro Europeo, cuyo peso oscila en los 200 kilogramos. El representante en la península Ibérica (España y Portugal) es el menor de los tres, llegando a pesar un poco más de 100 kilos.
En el caso de las subespecies que fueron radicadas en el continente sudamericano, principalmente en Argentina, debido a las condiciones ambientales y a que descienden del jabalí Centro Europeo, los ejemplares llegan a pesar cerca de los 150 kg. aunque se han registrado capturas de algunos machos que alcanzaban los 240 kg.
El jabalí compensa su mala vista con un importante desarrollo del olfato, que le permite detectar alimento, como trufas o vegetales y animales bajo tierra, o incluso enemigos a más de 100 metros de distancia. El oído está también muy desarrollado y puede captar sonidos imperceptibles para el ser humano.
Su pelaje es grueso y de color negro, aunque suele estar matizado por tonalidades grisáceas, rojizas y marrones. Las patas y el contorno del hocico son más oscuras que el resto del cuerpo.
Sus principales armas son sus cuatro caninos que sobresalen de su larga trompa a ambos lados de la misma. Las del macho son mayores que las de la jabalina (hembra), al igual que el tamaño corporal. Los colmillos tienen un crecimiento continuo, solo limitado por el desgaste natural, y son afilados en forma constante contra las amoladeras (caninos superiores).
Durante la época de celo, los machos desarrollan en los flancos una especie de escudo defensivo que consiste en piel hipertrofiada. Esto los protege en las luchas con sus rivales, y junto a la espesa capa de barro seco que suele cubrirlos, ayudó a dar origen al mito de la impenetrabilidad de la piel del jabalí.
Por su parte, los jabatos (crías del jabalí) nacen con unas características rayas longitudinales a lo largo del cuerpo, que irán desapareciendo a lo largo de los primeros meses de vida mientras su pelaje se oscurece, pasando del rojo bermejo al año de edad y al marrón o negro en los ejemplares adultos.
La dieta del jabalí es omnívora y se adapta a las condiciones de su hábitat, de allí que, por ejemplo, los jabalíes que se crían cerca del mar suelan alimentarse de vegetales acuáticos, cangrejos, peces, tortugas, reptiles e incluso aves marinas.
Lamentablemente, su introducción en lugares extraños a su origen (principalmente para fomentar su caza) ha provocado desequilibrios en los ecosistemas locales, lo que hizo que se incluyera al jabalí dentro del poco honorable ranking de las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo.



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