En la actualidad existen dos especies de castor: el Castor Norteamericano (Castor canadensis) y el Castor Eurasiano (Castor fiber). En el caso del norteamericano, su caza por parte de los humanos ha reducido su población de 60 millones a 12 millones de ejemplares, aproximadamente. El eurasiano, por su parte, estuvo al borde de la extinción total, pero políticas de conservación han ayudado a evitar su desaparición.
Dos características físicas son las que más se destacan en los castores: sus dientes y su cola. Estos animales poseen cuatro enormes incisivos protegidos por un esmalte duro de tonalidad naranja y con una terminación en forma de cincel, lo que los convierte en las herramientas adecuadas para conseguir la madera necesaria para sus construcciones.
La cola del castor es ovalada, aplanada, ancha (hasta 20 cm) y escamosa, y le sirve a su dueño no sólo de punto de apoyo en tierra, sino también como timón cuando se desplaza en el agua y para dar señales de alarma cuando se siente amenazado, golpeando con fuerza sobre la superficie acuática.
Los castores son exclusivamente herbívoros y su dieta incluye principalmente ramas, hojas y cortezas de los árboles, además de raíces de las plantas acuáticas. Ante la proximidad del invierno, recolectan la mayor cantidad de alimento cerca de sus madrigueras, sumergiéndolo en el fondo del estanque.
Los castores son monógamos y se aparean a fines del invierno boreal. La hembra puede dar a luz una sola camada por año, conformada generalmente de 2 a 4 crías. Estas son amamantadas durante las primeras semanas y luego comienzan a alimentarse con hojas tiernas. Al cabo del mes, ya pueden salir de la madriguera, pero acompañadas por sus padres hasta llegar al año de vida.
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